Como siempre (25 años después), habrá quien diga que qué interés me mueve para implicarme tanto con el congreso de ASER (de hecho alguno me lo ha preguntado). Pues la respuesta es la de siempre: la manera que tengo de entender mi compromiso con el sector. Y ayer me sentí orgulloso de la imagen que dimos.
El espacio, la organización, los participantes, lo que se dijo… El nivel estuvo muy por encima de a lo que estamos acostumbrados. Hasta los que asistimos como ‘oyentes’ estábamos más elegantes de lo habitual (en los últimos años no había visto tanta corbata junta). Sin duda, fue un congreso con mucha clase.
Las pretensiones de José Luis Bravo, director general de ASER, eran generar orgullo de pertenencia entre sus asociados, darle valor a la imagen del grupo y contribuir a elevar también la del sector. Y triunfó.
Pero aún me sigo preguntando por qué no fueron otros gerentes de grupo que estaban invitados… Especialmente llamativa la ausencia de Lluís Tarrés, consejero delegado de Serca y alma de IDAP, el brazo ibérico de Nexus al que está vinculado ASER. En fin, ellos se lo perdieron.