El presidente de Repsol, Antonio Brufau, ha vuelto a cargar contra las políticas que desde Bruselas y nuestro propio país han puesto al motor de combustión en el centro de la diana para beneficiar a la industria del vehículo eléctrico. Para el máximo responsable de la compañía energética, ambas tecnologías deberían ser “complementarias” y nunca “sustitutivas”.
Así lo expresó hace unos días en un encuentro organizado por la Fundación Seres, donde el directivo aprovechó para recordar que un vehículo moderno con motor de combustión “emite mucho menos en todo su ciclo de vida que uno eléctrico”. Y ahí está la clave, en el ciclo de vida, porque en el debate sobre la descarbonización casi siempre se obvia la contaminación asociada a los procesos productivos, incluyendo la propia producción de la energía necesaria para mover el vehículo.
Y Brufau aprovechaba este argumento para meter el dedo en la llaga, asegurando que se ven “montañas de carbón” que salen del puerto de La Coruña para alimentar las plantas alemanas en las que se fabrican vehículos eléctricos. Y a esto habría que añadir las enormes cantidades de gas y de carbón que se queman diariamente en Europa -y el resto del mundo- para producir electricidad.
Para el presidente de Repsol, el debate sobre el cambio climático debería ir mucho más allá del vehículo de combustión, ya que, desde su punto de vista, debería incluir asuntos más complejos como el modo en el que se genera la electricidad en Europa. Porque de nada sirve tener un coche eléctrico si hay que quemar gas y carbón para generar la electricidad que se almacenará en sus baterías.
El ejemplo americano
Brufau aprovechó su intervención para alertar sobre el riesgo que supone la electrificación para la industria española del automóvil y, por extensión, a la europea: “Al ciudadano le llega que se compre un Tesla, destruyendo toda la capacidad de producción de un vehículo de combustión interna en España”. Y es que los vehículos eléctricos, con muchos menos componentes y una mayor dependencia de materias primas en manos chinas, supondrán un importante varapalo para la industria y, en consecuencia, para el empleo.
Siguiendo esta misma línea, el directivo puso como ejemplo las medidas adoptadas por Estados Unidos, cuya Ley de Reducción de la Inflación (IRA) está dotada con 369.000 millones de dólares para incentivar iniciativas industriales sostenibles y para subvencionar la compra de vehículos eléctricos siempre y cuando tengan al menos un 40% de componentes procedentes de la industria nacional.
“Esto es pragmatismo, no ideología. Aquí hay mucha ideología y poco pragmatismo”, sentenciaba.