La última vez que le vi le dije que iba a escribir este artículo para obligarme a ello. Porque se lo merece. Y es que este sector está en deuda con José Luis Bravo, gerente de ASER y el mejor presidente de Ancera se podría decir que desde su fundación.
Le ha costado la reprimenda de su propio grupo, que es el que le paga y decidió apartarle de la patronal, pero hay un antes y un después de Ancera tras el paso de José Luis Bravo por la presidencia. Y es verdad que en su salida recibió el reconocimiento del sector, de Benito Tesier en nombre de la patronal de fabricantes, de su junta directiva, que es como decir de toda la distribución, y de su equipo, de ese equipo que él ha contribuido a formar pero al que sobre todo ha hecho crecer con su manera de gestionarlo. Pero no es suficiente.
Si la posventa fuera un municipio una calle tendría que llevar su nombre. Y sin duda la insignia de oro de su patronal en la solapa. Porque heredó una asociación que olía a naftalina y la llevó a la modernidad. Una verdad inapelable.
“Trabajo, alma, pasión y liderazgo” decía el propio Bravo que le ponía a su gestión. Y Carlos Martín, su secretario general, destacaba su enfoque “en el mercado, en la comunicación, en el márketing”. Y mezclándolo salió una nueva Ancera. La que ahora ha heredado Nines García de la Fuente, otra Ancera muy diferente. Y lo es por la manera de ejercer ese liderazgo, dándole alas a su gente, un equipo que ha alcanzado su mejor versión de su mano.
No nos entendemos en los negocios, no los hacemos de hecho, pero al César lo que es del César: no ha habido presidente de la patronal de distribuidores que más haya hecho por la asociación en términos de profesionalización de sus estructuras, imagen y proyección pública. Dándole además una alegría que siempre suma.
Le debía este artículo. Me lo debía a mí mismo. El sector es un lugar mejor desde que José Luis Bravo entró en él. Quede patente mi gratitud.
Miguel Ángel Prieto