“La proliferación de este tipo de establecimientos”, explican desde Cetraa, “nos obligó a abrir un apartado específico dentro de la web para que los usuarios pudieran denunciar estas prácticas, de forma anónima si lo desean”. Y es una buena iniciativa que ha hecho llegar a la patronal más de 340 denuncias en tan solo un año; un dato que también refleja que algo se está moviendo entre la ciudadanía, que no hace mucho tiempo permanecía ajena a este tipo de prácticas.
¡Qué pillos!
“De entre todas las denuncias remitidas a la web”, continúa la patronal, “nos hemos encontrado situaciones dignas de un Lazarillo de Tormes del siglo XXI en lo que a nivel de picaresca y burla de la legislación por parte de talleres ilegales se refiere”. Y es que a las habituales quejas por no emisión de factura, ausencia de placa identificativa, evasión de impuestos o la existencia de personal sin dar de alta, “nos hemos encontrado”, dicen, “talleres que trabajan hasta altas hora de la madrugada o los fines de semana”. “Además”, siguen, “suelen cerrar los lunes presumiblemente para evitar registros por parte de las autoridades”.
Los vertidos ilegales son otra de las quejas habituales de los ciudadanos, con bidones a la intemperie “saliendo todo el aceite a tierra”, así como la ausencia de medidas de seguridad. “Si salta una chispa, arde medio barrio”, expresa un denunciante anónimo. Otra queja habitual son las estafas al consumidor que perpetran estos establecimientos ilegales. Un denunciante se queja de un ilegal que “engaña a la gente constantemente y amenaza si se ve presionado”, otro habla de que a la hora de pagar “te suben el precio y te dan explicaciones raras que no convencen a nadie”. Un conjunto de malas prácticas consideradas de forma unánime “una estafa”.