Hay que reconocer que los dos Red Bull han sido los más rápidos durante toda la temporada, y a pesar de ello, Alonso ha conseguido llegar como líder a la última carrera. Hay que reconocer que no han cometido el mismo error que Ron Dennis hace un par de temporadas. Ellos querían que el campeón fuera Vettel y así ha sido. Y todos los que pensábamos que la lucha fratricida entre los dos pilotos de Red Bull iba a dar a Fernando el campeonato, hemos derrapado. Y hay que reconocer que la cagada de Ferrari ha salvado a los Red Bull de hacer el idiota, y la prueba está en que Vettel no lideró la clasificación de mejor piloto hasta el término del gran premio de Abu Dhabi.
También hay que reconocer el mérito de Dietrich Mateschitz (esa persona que junto con Vettel subió al podio en Abu Dhabi). En tan sólo cinco años ha conseguido batir a Ferrari y McLaren con su propio modelo: forjar a un joven talento con el estilo propio del Junior Team. Por su parte, en Ferrari empezaron el fin de semana obsesionados con Mark Webber, convencidos de que sería una carrera tranquila, sin safety car, ni inclemencias climatológicas…
Y terminaron atascados en el séptimo puesto, siguiendo al cebo, sin título y odiando a Petrov (que no tiene la culpa de nada) y a cualquier cosa que se vista de amarillo.
No sé si es por la decepción que siento, pero estoy convencido de que esta no ha sido una derrota cualquiera para Fernando Alonso. Lo de Abu Dhabi le ha dolido. Estoy convencido. Después de su remontada, caer de esta forma puede provocar impotencia, frustración y desilusión. Esperemos que no se caiga en ese bucle, porque lo vivido esta temporada entre Ferrari y Alonso apunta al inicio de una época en la historia de la F1.
Y ahora, a otra cosa mariposa. Por ejemplo el Sporting-Real Madrid, o el Preciado contra Mou, o la hinchada de El Molinón contra Cristiano. Menudo polvorín de prepartido, partido, y pospartido.
De todo esto hay varias cosas irrefutables. La primera es que cuando se pierden las formas, también se pierde la razón. Y en eso Preciado ha sido el pecador. Que Mou sea un calienta… partidos, no da derecho a Preciado a portarse como un hincha de bar (tocándose los huevos y tirando botellas al autobús merengue). Sé que todos somos humanos y que por ello cometemos errores, pero Preciado debería haberse ido contento y orgulloso del partido que su equipo hizo contra el Real Madrid. La culpa de su derrota la tuvo San Casillas y no el planteamiento que Mou hizo del partido.
La segunda. Que el Sporting hizo un gran partido, y que con ese nivel pueden ganar a cualquiera. No sé por que no salen siempre a jugar así.
La tercera. No hay quien aguante a CR7. Ojala alguien le de algún día su merecido: una lección de modales y una cura de humildad.
Y la cuarta y más determinante: la falta de principios en el Real Madrid. Con la llegada de Mou, hasta Florentino ha cambiado su manera de dirigir el club.
Florentino nunca había dado importancia al entrenador. Echó a Del Bosque y hasta Pellegrini todos los que pasaron lo hicieron sin pena ni gloria. Ahora con Mou parece que el Madrid ha vuelto a la senda de los campeones. Su juego y su actitud lo demuestran… ¿pero es necesario renunciar a los valores para ganar?
Algunos madridistas defienden que ya era hora de acabar con el romanticismo que rodea al Real Madrid: “Si hay que ser políticamente incorrectos para ganar, pues adelante”. Otros, y cada vez son menos, no se sienten identificados con Mou, y se están empezando a no sentir identificados con el Real Madrid. Y si esto sigue así, puede dañar o cambiar por completo la imagen que el club merengue transmite al mundo.
La forma de ser del técnico portugués provoca incluso odio entre sus rivales y Preciado sólo ha sido el primero en contestarle, porque seguramente no será el último. Y se cansaran este año de hacer comunicados de prensa defendiendo a su atacado. Ya lo dice Matallanas en su blog: “Pero finalmente el Madrid ganará, sin duda. Aunque tenga que renunciar a sus valores históricos. Porque para ganar no se necesita ser maleducado. Aunque en este Real Madrid, el fin justifica los medios”.
Felipe Sierra.