Es santo de mi devoción (y nunca mejor dicho, que es católico de los que ejercen). Y un empresario ejemplar. De los más grandes (es socio de AD). Que su empresa esté de aniversario, 75 años nada menos, resultaba una buena excusa para volver a Sevilla. Y aprender escuchándole, que es un gran teórico. Ahora anda inmerso en implantar la “dirección por misiones” en contraposición a la dirección por objetivos. Pero da igual de lo que hable que siempre tiene mucho sentido lo que dice. De la sucesión en AD, de hacia dónde camina en sector o de cómo debe comportarse la empresa. Da igual. Un personaje poco común, una relación de la que presumir.
Para cumplir 75 años se le ve muy bien…
Hace poco estaba en una reunión de talleres y me dice uno, ‘oye, tú tienes que hacer mucho deporte, ¿no?’; “¿yo?, ningún deporte”, le contesto. ‘Pues tienes que cuidarte mucho’. Y yo: “pues no me cuido en absoluto”. Y me dice: ‘Entonces, ¿cómo tienes 75 años y estás así de bien?’.
¿No se cuida nada? ¿Ni siquiera la alimentación?
Nada, nada, ¡si como por colores! Mi mujer deja preparada la comida y como yo habitualmente llego antes al mediodía la veo y me digo, ‘huy, a esto le falta rojo’, y cojo lo que haya rojo y se lo echo. Y cuando llega ella me dice, ‘pero qué has hecho, me has estropeado la comida’. ‘Sí, pero está más bonita’.
Pero tendrá un plato que le guste más…
Las lentejas, y si son en puré más ricas todavía, aunque las hacemos menos así. Y no me gusta nada el arroz con leche, que en el colegio, que era como una especie de cola de pegar carteles, me obligaban a comerlo. Y que me obligaran a tomarme una cosa por narices no me gustaba nada.
Por eso lo de las lentejas, “si quieres las comes y si no las dejas”.
Es verdad. Me acabo de dar cuenta: ¡representan la libertad de elección!
Bueno, hablemos de cosas serias. ¿Qué ha aportado cada generación a la empresa en estos 75 años?
La principal aportación de mi abuelo, mi padre y mía ha sido haberle dado continuidad a la cultura de la empresa. Una cultura de empresa que esta misma revista, en un reportaje hace años, la definió muy bien: ‘Cuestión de confianza’ se tituló aquel artículo. Y es que para mi abuelo era lo más importante del mundo. Si no existía confianza con los trabajadores, con los clientes, con los proveedores, con los accionistas… mejor no tener empresa. Y ese concepto es el que se ha mantenido en el tiempo.
¿Y la aportación concreta de cada uno?
Mi abuelo era una persona que por creer mucho en los demás sabía querer. Y eso sí fue una característica muy significativa de la primera generación de Jiménez Maña, con la que consiguió hacerse un sitio en el mercado con cierta facilidad. Mi padre lo que hizo fue proteger a la empresa económicamente y darle una capitalización bastante importante. Y creo que yo he aportado innovación, aplicando desde el principio cosas que había visto fuera del sector. Hay que decir que gracias a que mi padre había dejado dinero, y un personal absolutamente involucrado en la empresa que, aunque no comprendía esos procesos innovadores, confiaba. Hoy en día me sigue sorprendiendo cómo la gente pasó sin más a trabajar en lo que en Sevilla decían que era “La NASA”, porque habíamos puesto ordenadores o montado un call center. Todo prehistórico, claro, que estamos hablando de 1983.
Los aniversarios son tiempos para poner todo en revisión. ¿Qué habría que recuperar del pasado?
Es cierto, y en ese continuo darle vueltas a lo que hacíamos bien y lo que hacíamos mal hemos visto, y estamos volviendo a ello, que la gente antes no se sentía responsable de una cosa en concreto, sino que mi padre y mi abuelo habían logrado que la gente se sintiera responsable de todo. Y si había que colocar material, pues bajaban también las de la oficina, aunque fuera a puntear los albaranes. Creo que uno de mis fallos ha sido no hacer que la gente se sienta propietaria de la empresa. Hacernos grandes nos ha llevado a que las cosas hayan ido en otra dirección, contraria además a la cultura de la empresa. Pero estamos en el camino de corregirlo.
¿Y cómo se soluciona?
Cuando entré en la empresa empezamos a crecer y al no poder asumir el crecimiento con personal propio empezamos a contratar gente de fuera, dándose el caso de que los recién contratados superaban en número a los de dentro, poniendo en peligro la cultura de empresa. Entonces tratamos de controlarlo estableciendo procedimientos, marcando objetivos y delimitando departamentos. Y los departamentos empezaron a tener personalidad, vida propia y a competir entre ellos; el comercial por un lado, el financiero por otro, cada uno defendiendo sus propios intereses. Era un ‘yo me debo a mi departamento’ que no tenía sentido. Los conflictos se multiplicaban y mi trabajo empezó a ser el de apagafuegos, además de que el propio personal, para evitar enfrentamientos, dejaba de hacer. Y los clientes nos decían que nos habíamos hecho muy grandes y ya no era lo mismo; los proveedores que no sabían con quién tenían que hablar… A corto plazo el sistema resultaba rentable, pero se nos estaba yendo de las manos. Y lo que hemos hecho hace ya tres años ha sido pasar de una dirección por objetivos a una dirección por misiones, que consiste en que la empresa tiene una única misión y toda la empresa se tiene que alinear con esa misión, no con los objetivos de cada departamento. Y si nuestra misión es, por ejemplo, entregar en tiempo y forma la mercancía a nuestros clientes, cada departamento tiene que pensar qué puede hacer para que sea así y hacer sus propuestas.
Y le entrevistan hasta en el Diario de Sevilla…
Sí, me imagino que el proyecto de la dirección por misiones, que cuando lo hemos contado en algún foro a la gente le ha llamado muchísimo la atención, y la celebración del 75 aniversario despertaron el interés del medio, pero, vamos, que no me gustan nada a mí esas cosas. No soy una persona extrovertida que me guste figurar. Lo paso fatal. Y si al final me acabo prestando es porque creo que hay una corriente muy grande hacia una manera de actuar en la que no creo y siento que debo explicar mi versión, y decir que el ser humano no tiene por qué ser una mala cosa, o que es bueno equivocarse, o que se puede tener cariño a la gente con la que uno trabaja, o que los empresarios no queremos engañar a nuestros clientes, que parece que hoy solo vale aprovecharse, sacarle el mayor jugo a las empresas. Hay aparentes verdades instaladas que muchas veces no responden a la realidad.
¿Qué debe caracterizar a una empresa “católica”?
Creer en las personas y sentir que la responsabilidad es tuya y compartida con los demás hace que dirijas la empresa de otra manera, no en un sentido egoísta de ‘to pa mí’ sino con la responsabilidad social de saber que el dinero no es tuyo sino que cada uno debe tener su parte. Es la justicia social de la que tanto hablaba Juan Pablo II y también Benedicto XVI. Y yo me siento absolutamente satisfecho por tener que estar continuamente dando cuenta a los demás de la empresa de por qué hacemos las cosas. Es el espíritu de servicio lo que nos debe identificar. Yo sé que si la gente trabajara más horas, la apretáramos más, igual ganábamos más dinero, pero para qué. La responsabilidad social de la empresa también está en que la gente que trabaja con nosotros forme y eduque a sus hijos, y yo lo que quiero es que el dinero sirva para eso, para que la gente de la empresa esté cada día más feliz y se desarrolle más como persona. Pero es que, además, la productividad de las empresas que trabajan con esa filosofía es impresionante, así que…
De su formación, ¿qué le ha resultado más útil?
La formación espiritual. Algunas veces he pensado qué hubiera sido de mí si no hubiera estudiado económicas. Y he llegado a la conclusión de que para ser gerente de una empresa la economía es necesaria, pero no imprescindible. También creo que puede ser necesario haber aprendido mucho de recursos humanos, pero no es imprescindible. O saber mucho de informática, que hoy no se puede hacer nada sin ella, pero tampoco es imprescindible. El puesto de gerente en una empresa es algo más que saber de economía, de finanzas, de recursos humanos o de informática. El puesto de gerente en una empresa es servir a los demás, ser el que más sirve a los demás; tener grandes orejas para escuchar las necesidades de las personas que en teoría tiene por debajo. Esa es la clave.
¿Y cuál es la mejor decisión que ha tomado?
Va a parecer políticamente correcta, pero es que a mí entrar en AD me ha servido de mucho. Y lo explico: en AD, y especialmente en José Bosch, he encontrado una persona que no comparte muchas de las cosas que yo pienso, lo que me ha obligado a exigirme en mis planteamientos, tratar de comprender lo que él decía, aprender mucho de sus argumentos y a lo mejor bajar de mi nivel teórico a uno mucho más práctico. Ya solo por eso fue una muy buena decisión entrar en AD.
¿Qué mejoraría de AD?
En el día a dia surgen muchas pequeñas cosas que a veces hacen que se pierda la perspectiva del proyecto, que hacen que nos perdamos por los vericuetos del camino en lugar de circular por la autopista. Y eso en AD nos ocurre; y no es fácil de cambiar. Tenemos muy poca estructura, solo dos personas para resolver quinientos mil problemas, y demasiado hacen. No deberíamos empantanarlos con muchas cuestiones que son tonterías al fin y al cabo.
¿Cómo explica la influencia de Josep Bosch entre los socios del grupo?
José es muy líder y su liderazgo es incuestionable. Por tres razones. Primera, porque es muy honrado y nunca ves que vaya a hacer algo de lo que él se pueda aprovechar; segunda, porque, aunque por su forma de ser no lo pueda parecer, es una persona tremendamente servicial, que hace las cosas porque cree objetivamente que es lo mejor para el grupo; y tercera, porque la mayoría de las cosas que plantea son acertadas. Y cuando das con una persona así, el liderazgo no se discute como cuando a lo mejor es impuesto o se basa en otra serie de premisas.
¿Y cómo ve el sector? ¿Hacia dónde camina?
Yo creo que está muy mediatizado por una serie de factores y de personas y que muchas veces uno mueve ficha porque otro la ha movido antes, produciéndose un movimiento en cadena de consecuencias generalmente impredecibles. Por ejemplo, ahora se está forzando una situación alarmante tanto para las tiendas de recambios como para los talleres, que además es innecesaria. Y es que se ha decidido no sé por quién bajar descuentos y reducir márgenes y a todos les da por hacer lo mismo, cuando lo que se consigue así es ahogar la posibilidad a las tiendas de ganarse la vida y arruinar a los talleres reduciéndoles su rentabilidad. Y digo que además no tenemos necesidad de estos movimientos porque lo que hoy falta es material. Un dato: en los dos primeros meses del año hemos aumentado las ventas a nuestra competencia, que ya eran altas, en un 28%. Y eso es porque los fabricantes no están suministrando bien. Y lo normal es que esto vaya a peor, porque entre las fábricas que han cerrado algunas multinacionales con el argumento de la crisis y la demanda del famoso BRIC (Brasil, Rusia, India y China), va a haber problemas de escasez, como cuando decían que en tiempos había que comprar material para un año. Y si con escasez de material los márgenes son cada vez más pequeños algo falla. Creo que tiene mucho que ver con la capacidad de las personas que están al frente de las multinacionales, gente que va mucho al corto plazo y toma unas decisiones muchas veces nefastas para el futuro de su empresa y del mercado.
La situación favorece a los más grandes…
En la situación actual, la edad media de los vehículos de todas las marcas del parque supera los seis años, y para darles servicio necesitas muchísimo stock. Eso significa no solo dinero, también muchos metros cuadrados de almacén, una gran estructura de distribución. Si a eso le añadimos los ya comentados problemas de suministro por parte de los fabricantes, agravados por la carencia de materias primas, está claro que poder almacenar es un hecho diferencial. Pero si dejamos sin márgenes a la tienda, y entonces tendríamos realmente un problema de servicio, y seguimos bajando los precios y los bancos siguen sin dar dinero y recortando líneas de crédito, los talleres irán también a la ruina; y son nuestros clientes. Por tanto, si seguimos haciéndonos el harakiri, el futuro es caótico para todos.
Dos últimas cuestiones: ¿Qué le da a sus clientes que no le de su competencia?
Confianza. Mis clientes saben que yo no los voy a engañar, ni en el precio ni en el descuento, ni en la forma de girarle las letras o de cobrarles, ni con el tema de las reclamaciones o de los abonos. Y además saben que vamos a trabajar con ellos para aportarles sistemas que les faciliten las cosas y les ahorren gastos. Esa confianza me parece que no se la da nadie en el mercado. Y no solo yo, cualquiera de Jiménez Maña, por la filosofía y cultura de empresa, son personas serviciales, que se van a preocupar de sus problemas como si fueran propios. Y es que nuestra gente está contenta porque hace lo que cree que tiene que hacer y lo que le gusta hacer, y la gente así de motivada arrasa en la calle.
Y ustedes fueron pioneros en eso de las ferias para talleres: ¿No cree que hay saturación?
Es un modelo de éxito cuando se empieza. A todo el mundo nos gusta enseñar a nuestros clientes lo que hacemos y lo que tenemos, y las ferias tienen su tirón… hasta que son cuatro los que las organizan en la misma zona. Y tenemos que entender además que los fabricantes no pueden venir a todas las ferias que hagan todos los distribuidores de una región, porque al final los pobres se pasan todos los fines de semana pringados en eso. Y es que qué me van a enseñar los señores de Valeo, por ejemplo, que no me hayan enseñado ya tres semanas antes. Como los cursos que da un mismo fabricante con distintos distribuidores en la misma plaza: terminan perdiendo interés. Yo creo que vamos hacia un formato distinto, más a enseñar lo que hacemos nosotros que lo que hacen nuestros proveedores. Y a juntarnos con los clientes por zonas, que las necesidades son diferentes y no podemos darle café con leche a todo el mundo, que el nivel de competencia varía si estamos en Sevilla o en Huelva. Otra cosa es que, por circunstancias concretas, a estas reuniones de zona te pueda interesar que venga un fabricante, pero el formato de cada proveedor con su caseta está agotado. Cuando no hay ninguna feria en una región o provincia, el primero que la haga sí que tendrá éxito, pero cuando otro también la organiza se acabó su valor.
Lo más extraordinario de Manuel es su sencillez y naturalidad. Otros con mucho menos van de “catedráticos” por la vida. Manuel, eres un ejemplo para muchos empresarios de este pais. ¡Un abrazo y suerte para el futuro!