Todo empezó el viernes en el Chile-España. El trencilla mejicano, Marco Antonio Rodríguez, debió expulsar antes a Estrada. Lo vio, sabía que debía sacarle la segunda amarilla, y no lo hizo. ¿Por qué?
Chile salió como, por lo menos, yo me esperaba. Don Marcelo Bielsa es un Guardiola. Crea una base, un buen bloque, y lo amolda según las necesidades. Estudia al rival y busca por donde entrar. Contra España sabía que tenía que presionar, y además, hacerlo con cierta agresividad para suplir la falta calidad de sus jugadores.
Digamos que España estuvo a merced de Chile hasta el gol de Villa (golazo por cierto). Al guaje le debemos el 75% de nuestro pase a octavos. Un error chileno y los nuestros ya mandaban en el marcador. Los de Bielsa se desmoralizaron, no se lo esperaban. Entonces vinieron las patadas y los errores arbitrales. Estrada, con amarilla, le propina una entrada brutal a un jugador español y al árbitro le faltan ‘apoyos’ para expulsarle del partido. Acto seguido, las cámaras muestran al secretario de Estado para el deporte, Jaime Lissavetzky, acercarse a Ángel María Villar, presidente de la RFEF y miembro del Comité Ejecutivo y presidente del comité de árbitros de la FIFA. Y en la jugada del gol de Iniesta ya no le tiemblan las canillas a Rodríguez, que expulsa al mediocentro chileno por zancadillear a Torres. ¿Curioso, no?
El tanto no concedido a Inglaterra es de esos que quedan para la historia, y con él, el árbitro que cometió el error: Jorge Larrionda será seguramente declarado, por la sociedad inglesa, como persona non grata. El ‘no gol’ de Lampard podría haber cambiado el partido. Del 2-2 al 1-4.
Igual de escandaloso fue el error del trencilla en el primer gol de Argentina frente a Méjico. El colegiado italiano Roberto Rosetti ni su asistente ven como Tévez marca en un clarísimo fuera de juego. Sin embargo, sí observamos desde la televisión como los tropecientos mil aficionados que están en el estadio (más el cuarto árbitro) sí lo ven por el video marcador. ¿Por qué Rosetti no rectifica?
Y fuera del ámbito futbolístico está lo que ha sucedido en el gran premio de Europa celebrado en Valencia. La dirección de carrera no dio ni una, y finalmente el más perjudicado fue Fernando Alonso. Y yo me pregunto: ¿Por qué se tarda tanto en poner una sanción durante el transcurso de la carrera? ¿Por qué las llamadas telefónicas que hace Charlie Whiting durante la carrera no se hacen públicas, como las conexiones por radio con los pilotos? Las palabras de Alonso fueron tajantes: “El público de Valencia ha visto una carrera manipulada”. Y dicen los que le conocen que se mordió la lengua. No quiero pensar lo que pudo haber dicho si se llega a quitar antes el casco.
Felipe Sierra.