Que Benito Tesier sea uno de los rostros asiduos en nuestro medio está directamente relacionado con su papel protagonista en el sector. Y pese a que lleva años siendo una voz de referencia en la posventa, es la primera vez que en nuestra revista se le hace una entrevista en profundidad. Director general de Brembo, vicepresidente de Sernauto, la patronal de los fabricantes de componentes (de la que es el presidente de su Comisión de Recambios), y presidente del Comité Organizador de Motortec, lo es también del CAAR (cluster de automoción), de la Federación del Metal y vicepresidente de la CEOE y de CEPYME en Aragón, su tierra, además de vicepresidente de Confemetal y de la Cámara de Comercio de Italia en España, son sus credenciales. Muestra irrefutable de la trascendencia de su persona en el sector…
Publicado en el número 103 de la revista AUTOPOS
POR: Miguel Ángel Prieto
FOTOS: Piero Schiavo
Cuenta que nació en Zaragoza en 1968, “el viernes 22 de marzo a las tres de la tarde”, y que ese fin de semana sería de mucha alegría para sus padres: “Mi madre había sufrido dos embarazos que se quedaron en el camino, así que mi nacimiento les hizo seguro muy felices”. Después ya no vendrían más. Un hijo único que aprendió a jugar solo y que vivió una “infancia feliz, divertida, cómoda…”, a la que sólo le pone un pero: “A mi padre le veía muy poco; trabajaba y viajaba mucho, y siento esa carencia de no haberlo disfrutado más en aquellos años”.
Estudió en los jesuitas. “Una educación quizá excesivamente rígida”, pero que elegiría por encima de “la que te deja hacer sin poner ningún tipo de límites”. “Mi experiencia no fue ni mucho menos negativa, porque además la mente es inteligente y te hace quedarte con lo bueno. La verdad es que recuerdo esa época con cariño”. Y es normal que así sea… porque allí conocería a Marta, su compañera de vida.
Su colegio se fusionó con uno de chicas y pasó a ser mixto. “Fue un año muy interesante, como un volcán en erupción”, recordaba. “Fue cuando conocí a Marta, haciéndonos muy amigos. Pasábamos mucho tiempo juntos, convivíamos mucho, nos lo pasábamos muy bien… pero no me hacía el tipo de caso que yo quería. Terminamos el bachiller siendo muy buenos amigos, pero nada más. Fue después, cuando volvimos de hacer el COU fuera, ella en Estados Unidos y yo en Inglaterra, en el intento mil y pico, cuando empezamos a ser algo más. Y hasta hoy: porque tardamos en iniciar nuestro noviazgo, pero después ni una crisis, nunca nos hemos vuelto a separar”.
“Quería seguir los pasos de mi padre”
A los 23 años entraría a trabajar en una de las dos empresas de su padre, URPA, dedicada a la fabricación de componentes. Si bien su padre siempre le dejó elegir y le animó a estudiar lo que él quisiera, desde el principio Benito Tesier tuvo claro que quería ser parte del negocio familia, “probablemente por la admiración que le tenía. La empresa me atraía, me motivaba, sabía que ese mundo era en el que quería desarrollarme. Quería seguir los pasos de mi padre…“. Y su padre también tenía claro cuáles serían los pasos que tendría que seguir el hijo: “Cuando llegué a trabajar con mi camisa impoluta preparada por mi madre, el director de fábrica me señaló mi taquilla, mi mono y mis botas de trabajo, mientras me decía que esperaba que mi padre me lo hubiera explicado… porque él no quería saber nada. Hacer las cosas a su manera supuso pasar por cada puesto de trabajo durante al menos un año. Y francamente fue el mejor aprendizaje que pude tener, y no sólo de vida, que también, porque cuando luego tuve que ir fuera a vender, a comercializar los productos de la empresa, los conocía muy bien: había estado en todos los procesos de fabricación, en cada fase, y tenía todo el conocimiento técnico”.
“Era muy exigente conmigo mismo”
Dentro de sus primeras responsabilidades en URPA estuvo la exportación. Se dedicó a recorrer Europa, dando a conocer los productos de la marca con el objetivo de desarrollar los mercados internacionales, “Fue una experiencia muy bonita y muy fructífera, en la que nos acompañó el éxito”. Y es que allá donde llegaban, lo hacían con un buen producto a un precio más que competitivo, algo que les “facilitó las cosas” y comenzó a transformar la empresa”.
“Puede ser que fuera un joven que lo tuviera todo, pero ni mi familia me dejaba relajarme ni yo respondía a ese perfil: era muy exigente conmigo mismo, con un gran sentido de la responsabilidad y una ilusión grande por hacer cosas. Podía ser a veces un poco gamberro, pero nunca alocado. Creo que el que mis padres pudieran sentirse orgullosos de mí, la responsabilidad de que la empresa fuera familiar y el reto de tener delante un proyecto como el de internacionalizar la empresa hacían que para mí fuera una mezcla entre juego, ilusión, pasión, entusiasmo y estar cumpliendo un sueño”.
“Eran verdaderos líderes”
“Es una característica en mi vida haber estado rodeado permanentemente por gente mayor que yo. Y me encantaba aprender de ellos. Me encontraba cómodo y ellos también, posiblemente por la frescura que les aportaba”, comienza a recordar cuando se dispone a hablar de quienes le rodeaban en esos primeros años en el sector, convirtiéndose en sus mentores. “Proveedores como Luis Tarragó, de Bendix, Antonio Martínez, de Necto, o Marino Méndez y Antonio Molina, de Valeo… eran verdaderos líderes, de los que quería estar siempre cerca, que aportaron mucho al sector. Porque quizá entonces la distribución no estaba tan profesionalizada ni tenía la dimensión que tiene hoy y ejercieron un papel de mentores muy importante“.
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