La incertidumbre lastra el desarrollo del coche eléctrico

40 % de compradores arrepentidos en EEUU

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Un estudio de McKinsey & Co. publicado el 12 de junio, del que se ha hecho eco Autonews.com, revela que más del 40 % de los compradores de un vehículo eléctrico en Estados Unidos quieren volver al coche de combustión y será, probablemente, su próxima adquisición.

El problema principal de su descontento es la dificultad con la que todavía se encuentran a la hora de recargarlo. En el país de los Tesla, la marca de referencia en lo que a propulsión eléctrica se refiere, la idea de que con el tiempo habría una red de recarga pública lo suficientemente extensa y capaz, como para no tener que preocuparse por la limitada autonomía de estos coches, parece que sigue sin cumplirse.

Aunque la publicación americana pone el acento en las conclusiones sobre su propio mercado, recuerda que la encuesta tenía un alcance mundial. Como parte de su encuesta bienal, McKinsey formuló aproximadamente 200 preguntas a más de 30.000 consumidores de 15 países, que en conjunto representan más del 80 % del volumen de ventas mundial.

A nivel global, un 29 % de los conductores se plantean la vuelta a la combustión, y de nuevo no contar con una infraestructura pública de recarga adecuada es el escollo más importante, pero no el único: el elevado coste de propiedad por una parte y los hándicaps que hay que afrontar cuando se realiza con ellos un viaje largo están determinando que las ventajas no compensen a muchos propietarios.

Ventajas con letra pequeña

Indudablemente, aparte de por no emitir CO2 a la atmósfera mientras circula, el coche eléctrico cuenta con grandes ventajas que, en determinadas circunstancias, lo colocan muy por encima de los equipados con motor de combustión. La entrega de fuerza de sus motores es inmediata, por lo que no requieren de caja de cambios y en general son mucho más cómodos de conducir. Esa comodidad se ve incrementada por la ausencia del ruido del motor, aunque eso hace mucho más presentes sonidos que normalmente pasarían desapercibidos, como el aerodinámico o el de rodadura, sobre todo cuando se circula a alta velocidad. También se asegura que, al ser más sencillo, el motor eléctrico le gana la partida del coste de mantenimiento al de combustión. Siempre, claro está, que se obvien los costes de reparación en caso de avería o desgaste de la batería, o bien cuando se trata de reparar un siniestro.

Por eso sorprende que esta tendencia sorprenda a algunos expertos. Philipp Kampshoff, director del Centro de Movilidad Futura de la consultora encargada del estudio, confesó: “No me lo esperaba”. Y es que si algo tienen los defensores del coche eléctrico es su convencimiento de que una vez se conducen, ya no se quiere volver a la combustión. Pero parece que esto no siempre es así.

Existe un tópico en el mundo de la economía que se asegura que cuando EEUU estornuda, Europa se resfría y España contrae una pulmonía. Pues en el caso de la movilidad eléctrica, no sería extraño que nos encontráramos con una situación parecida. El desencanto de los consumidores en EEUU puede ir de la mano del lento despliegue de la red de recarga en Estados Unidos, donde sólo hay ocho estaciones operativas tras la creación del programa National Electric Vehicle Infrastructure hace dos años y, hasta mayo, sólo 23 de los 52 estados del país norteamericano habían empezado a repartir la financiación del programa federal de 5.000 millones de dólares para este fin, según datos de EVAdoption.

Entre las estaciones existentes, tanto públicas como privadas, puede resultar difícil encontrarlas. Las opciones de gasolineras se muestran en la señalización de las carreteras cerca de las salidas de las interestatales, mientras que los cargadores de VE permanecen lejos de la vista del público.

En España, a pesar de que la red de recarga sigue incrementándose paulatinamente, aún se encuentra en una fase de desarrollo muy precaria, no sólo porque hay pocos, sino por su escasa fiabilidad y porque, a menudo, son incluso difíciles de encontrar. El mismo Philipp Kampshoff reconoce que “parte de la disponibilidad es la visibilidad” y que “no puedes tener los cargadores escondidos detrás de un Walmart”.

Estados Unidos no está solo. Sólo el 9% de los encuestados de todo el mundo considera que la oferta de recarga pública es suficiente para sus necesidades. Pero se trata de un problema cada vez más importante porque “la próxima generación de compradores de vehículos eléctricos dependerá mucho más de la recarga pública que la actual”, afirma Kampshoff. Un problema que en España tenemos claramente identificado, sin que de momento se esté poniendo una solución satisfactoria por parte de la Administración.

Del mismo modo que existen -o existían- conductores muy convencidos de pasarse al eléctrico, en el estudio se muestra también que hay quienes nunca pasarían a este tipo de movilidad. El 21 % tiene claro que los coches con enchufe no son para ellos, por el problema de la recarga (el 33 %) pero también por las expectativas de autonomía. Si en 2022 de media se esperaba que los coches eléctricos pudieran recorrer unos 432 km con una carga, ahora el deseo es de que alcancen 466,240 km. Aquí, sin duda, el incremento de la expectativa tiene que ver con los avances que están consiguiendo los constructores, que equipan sus nuevos vehículos eléctricos con baterías cada vez más capaces, aunque la oferta sigue sin evolucionar a la misma velocidad que estas expectativas, según McKinsey.

El eléctrico sigue su curso

Pese a todo, en general, los consumidores están ligeramente más dispuestos a considerar los vehículos eléctricos que hace dos años. El 38 % de los que no son propietarios de un VE afirman que su próximo vehículo será un híbrido enchufable o un eléctrico de batería completa. Esta cifra es superior al 37 % de 2022.

Las distintas preferencias de los consumidores por los vehículos eléctricos, los enchufables y los de combustión, combinadas con una serie de normativas cambiantes en todo el mundo, hacen que la planificación sea un proceso complicado para la industria automovilística y su cadena de suministro.

“Los fabricantes de equipos originales y los proveedores tienen que invertir ahora en múltiples tecnologías”, afirma Kevin Laczkowski, codirector mundial del área de automoción y ensamblaje de McKinsey. “Esta es la máxima incertidumbre en este momento, como casi nunca antes”.

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