El XI Encuentro de Sernauto continuaba (tras los discursos de Francisco J. Riberas, presidente, y Jordi Hereu, ministro de Industria) con la intervención más aplaudida de la mañana, la de Josu Jon Imaz, consejero delegado de Repsol, quien ponía palabras a las inquietudes de todo el auditorio. Porque no sólo defendió a la industria, sino que lo hizo apuntando directamente a la “cerrazón ideológica” que está, a su juicio, “poniendo en peligro el empleo industrial”.
Sus primeras palabras ya apuntaban la dirección de su discurso: “Me encanta este foro porque es un foro de empresarios. Yo creo en los empresarios y tenemos que apoyarlos con políticas fiscales, energéticas… pero también con el discurso. Tenemos que cambiar la opinión que se intenta transmitir sobre el empresariado”.
Una reindustrialización necesaria
Si el ministro de Industria defendía la reindustrialización de Europa para conservar el modelo de libertades que ha imperado en las últimas décadas, Imaz iba más allá: “La industria genera empleo de calidad, bien pagado, y nuestros hijos sólo podrán tener la calidad de vida que disfrutamos nosotros si Europa apuesta por la industria. La industria es lo que nos va a permitir tener una España competitiva, innovadora y con oportunidades para los jóvenes”.
El consejero delegado de Repsol defendía la reindustrialización del continente, pero no obviaba la necesidad de hacerlo velando por la sostenibilidad medioambiental. Eso sí, sin trampas: “La reducción de emisiones de CO2 es absolutamente necesaria”, aunque de nada sirve si Europa toma medidas drásticas si en otros rincones del planeta siguen contaminando a los niveles actuales: “Da igual si las emisiones son en Zumárraga, Móstoles o Shanghái”, señalaba.
Para Imaz, el reto es “seguir conservando las fuentes de energía que tenemos” y, de manera paralela, transicionar hacia fuentes más sostenibles, “pero sin disrupciones energéticas que pueden tener un impacto muy importante en la sociedad”.
Tres puntos clave
El momento álgido de la intervención de Imaz (y que provocó la larga ovación con la que lo despidió el auditorio) fue cuando puso sobre la mesa sus medidas para abordar la transición energética, resumida en tres puntos. Unas palabras que recogían el sentir de las empresas allí representadas (“no sé cómo se ha tardado tanto tiempo en transmitir un mensaje tan contundente”, se llegó a oír en los corrillos posteriores).
Garantizar el suministro
Su primera medida pasa por “garantizar la seguridad del suministro”, es decir, proveer tanto a las familias como a las empresas de “la energía que necesitamos a un precio competitivo”: “En Europa hemos renunciado en los últimos años a nuestra propia producción de hidrocarburos y a una política energética común y eso nos hizo dependientes de Rusia. Si apostamos sólo por la electrificación nos puede hacer dependientes de las tierras raras y de minerales minoritarios, la mayoría de ellos en manos de países con escasos niveles democráticos”.
Proteger la industria
Más duro fue cuando habló de la protección de la industria y el empleo industrial, la segunda de sus medidas. “Para no dañar a nuestra industria es indispensable pensar que el cambio climático es un problema global que se debe afrontar globalmente. No podemos fijarnos únicamente en las emisiones locales, es decir, las que van del tubo de escape a la atmósfera, sino que hay que tener en cuenta las emisiones en el ciclo completo”.
Para Imaz, esta visión sesgada “ha llevado a la Unión Europea a tomar decisiones erróneas”, como la prohibición de vender vehículos de combustión a partir de 2035. Desde su punto de vista, esta medida parte de una premisa falsa, que es que los coches eléctricos no tienen emisiones: “Hay que tener en cuenta la minería de China, las emisiones en la fabricación y reciclaje de baterías, la contaminación de la industria china del acero… no podemos hacernos trampas al solitario; no podemos guardar la basura debajo de la alfombra. No podemos dar una ventaja competitiva a nuestros rivales”.
Estas políticas, según el consejero delegado de Repsol, tienen un doble efecto perjudicial para nuestra industria, ya que no sólo está minando la competitividad de Europa, sino que además está provocando un ‘trasvase’ de empresas europeas a regiones del mundo donde las políticas anticontaminación son más laxas: “Estamos exportamos industrias, empleos y emisiones”.
Su apuesta pasa por “descarbonizar la economía, no electrificarla”, y eso obliga a poner en juego todas las opciones energéticas disponibles: “La electricidad no tiene solución para muchos sectores. Todas las energías son complementarias y necesarias. El vehículo eléctrico es parte de la solución, pero no la única. Hay que plantear un enfoque inclusivo. Las decisiones se tienen que tomar desde la neutralidad tecnología: necesitamos más tecnologías y menos ideología”.
Y volvía sus pasos sobre la decisión de la UE de prohibir los coches de combustión a partir de 2035: “Esta medida es perniciosa para la reducción de emisiones porque estamos renunciando a una tecnología básica para conseguir este objetivo. No debemos amenazar el empleo industrial por una cerrazón ideológica”.
Transición justa
La tercera medida pasa por garantizar “una transición justa y con progresividad social”, ya que, con la electrificación, añadía, “va a haber ganadores y perdedores”: “Necesitamos una energía barata y competitiva para las familias y las industrias. Tenemos que hacer compatible la competitividad con la sostenibilidad. Las políticas industriales tienen que pasar a primera división. Renovar el parque europeo con neutralidad tecnología impulsaría la industria en todo el continente. El principal problema de emisiones en España en la movilidad no es el diésel ni la gasolina, son los coches viejos. ¿Desarrollo? Sí, absolutamente. ¿Sostenibilidad? Sí, absolutamente, pero debemos ejecutarla con sentido común”.
